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NEGRO SOBRE BLANCO

A punto de entrar en la Fase 1 de nuestro desconfinamiento,  además de desearles que estén todos bien y mucho ánimo, he querido compartir estas pequeñas notas para los amantes del vino y en general para acercar a todos al maravilloso mundo de su elaboración.

La elección del tema, en está ocasión ha sido sencilla, puesto que, si el último post trataba sobre la elaboración de vinos blancos a partir de uvas tintas, en este caso, hablaremos sobre la elaboración del vino blanco de una manera que es más propia en la elaboración de vinos tintos: la elaboración de vino blancos tranquilos con crianza en barrica.

Debemos primero diferenciar entre “criado en barrica” y “fermentado en barrica”. Son dos formas de elaboración completamente distintas y que comentaremos en un siguiente post. Normalmente la crianza suele hacerse con vinos tintos, pero existen en el mercado un buen puñado de bodegas que han apostado por este tipo de vinos.

A grandes rasgos, su elaboración es igual que para un vino blanco joven, es decir, se despalilla la uva, se estruja, se macera (o no), se prensa, y se realiza la fermentación.

Una vez que el mosto pasa a ser vino, el enólogo puede decidir destinarlo a vino joven o por el contrario, someterlo a un proceso de crianza en madera. Esta crianza se puede realizar en depósitos de distinta capacidad, como puede ser la típica barrica bordelesa de 225 litros o en tinos de capacidad mucho mayor. El tiempo empleado en esta fase dependerá de las características que cada bodega quiera resaltar.

Igual que ocurre con el vino tinto, no todos los vinos blancos se prestan a este tipo de elaboración. Deberán ser vinos que presenten un buen grado alcohólico y un nivel de acidez bueno para poder mantenerse mejor a lo largo del tiempo, y favorecer la cesión de los compuestos aportados por la madera.

Las uvas que mejor se adaptan a este tipo de vinos pueden ser la Chardonnay, Godello, Viura o últimamente también la verdejo.

Con este proceso se obtienen unos vinos con unas características muy particulares, hasta tal punto que, en una cata a ciegas, nos podría resultar complicado diferenciar un vino tinto respecto de uno blanco.

 Son vinos más complejos, con una coloración más dorada, con más volumen y densidad. Presentan unos matices que les hacen perder parte de su carácter frutal. Son vinos más untuosos y cremosos con predominio de aromas tostados y especiados, propios de la madera donde se crían. Disminuyen su acidez convirtiéndose en vinos más redondos, con mayor capacidad para envejecer mejor. Suelen redondearse más cuando han pasado un tiempo en botella.

Por último comentarles que estos vinos, se suelen servir a una temperatura algo superior a la de los vinos blancos jóvenes, en torno a los 8-10⁰.

Les recomiendo que si tienen la oportunidad lo prueben y nos lo comentan.

Mucho ánimo, ya queda un día menos.

Antonio A. Salcedo Barreda. IT Agrícola y Master en Enología y Viticultura por la UPM.

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